Aparecer el cuerpo 1
para des/unirlo, volverlo 0, desollarlo hacia el infinito
Sobre Des/e(r)0s de Fabián Burgos
por Fanny Campos Espinoza
Des/e(r)0s
(Ediciones. G, 2016), es un adelanto del poemario Para
estrangular el lenguaje de los pájaros de
Fabián Burgos, autor de su anterior Paralogismos
de la Sombra sin Mundo (Ajiaco
Ediciones, 2015), libro con el que, lúcidamente, continúa dialogando este joven
autor, pues en este poema escrito en cerca de doscientos versos libres, vuelve
a sacudirnos los sesos, que veremos nuevamente reventar en la vía pública, con
su poética cuántica como revólver hábilmente sostenido en su aullido, que nos
dispara las más profundas paradojas humanas, en el Mundo, con su Sombra
germinando de la mancha primitiva de la que trata este poema, inserto en la
Historia pasada, presente e incluso futura.
Parafraseando
a Burgos, en el Mundo él hará aparecer el Cuerpo, -que es beso, sexo, carne,
entraña, sangre, arcilla, materia, pelvis mutando en fruto. Y lo hará instado
por imperativos de unos otros que dicen, que ordenan, casi sin sopesar las
consecuencias nefastas que acarreará tal mandato, que también encierra el de
alimentar las catacumbas; esos otros con los pezones tajeados, entonces, verán
el cuerpo que aparecer debía, empalados desde los rascacielos. ¿Quiénes son
esos que dijeron que debía aparecer el cuerpo? La respuesta más simple es la
que se encuentra en su primer libro cuando expresa “nos ultrajaron nuestros
poemarios de fuego/ mercenarios de los magnates literarios/nos llenaron de
penes los versos”… o sea, esos otros son los poetas ligeros, los que olvidaron
(creyendo superar falsamente) las grandes poéticas de vocación universal,
si se quiere épica, heroico anarquista, siempre rebelde, hasta las últimas
consecuencias, contra el poder y la explotación del humano contra el humano.
El
hablante se verá impelido a cumplir esa orden para desvirtuarla. Y
claramente, en otro nivel de lectura, podemos imaginar al hablante cumplirla
involuntariamente como toda entidad arrojada a la existencia, pues no somos más
que producto del desgarro provocado por la expansión del universo, arcilla del
infinito arrojada al Mundo.
Con
este orgasmo pintado como origen, la carne tejerá el gran teatro de la vida, y
el infinito mutará a fábula terrestre, pero alojándose únicamente en la
palabra. Y será este canto colonizando la materia, epitafio en las
cuerdas vocales, verbo pedregoso enraizado en los átomos desprendidos de las
constelaciones, la única forma de intentar traducir el primer estallido.
Por
eso, de la dupla de los sexos, el útero macera esqueletos, y de los géneros con
que nos vestimos de luto, aparece el cuerpo uno, ese al que ponen electrodos y
dan ansiolíticos, y cuya única certeza dada es des-unirse, también inevitablemente
volverse 0, volverse nada, tumba, que también es cuerpo.
Ese
binomio primigenio anidada en la carne (carne-vida-deseo o libido/ carne-muerte-des/er0s
o tánatos), y de este sólo puede salir invicta la palabra, que es lo único que
persiste en los desaparicienses,
con los que Fabián Burgos, como ya lo adelantó en su libro anterior, escondido
tras el callejón, prefiere continuar follando en los barrios marginales,
besando los versos rokheanos, martinézcos, ginsbergianos…
“mientras mastican cenizas para chorrear
tremendas creaciones/por la nariz”.
Por
ello, propone volver a des-unir el binario contradictorio compuesto por la
carne y el canto, des()uniendo la voz ajena de las cuerdas vocales, para volver
a oír (sin oídos) la sinfonía atronadora del cuerpo irreconocible, desollado,
que hace vibrar por completo al universo, ahora destejido, habitando agujeros
negros.
Podremos
estar o no de acuerdo con el trasfondo filosófico del texto, que a ratos podría
hacernos evocar cierto platonismo cartesiano, añejo, superado de un tiempo a
esta parte, y por lo mismo, tal vez, revestido de la novedad del péndulo, entre
tanto postmodernismo, también ya un poco exhausto. Pero, de lo que no cabe
duda, es que el Des/e(r)0s tiene la virtud de envolvernos con el ritmo vital y
vertiginoso, angustioso y grandilocuente, digno de un Pablo de Rokha -por el
constante uso de lo grotesco, el retomar las olvidadas abundantes hipérboles,
mezcladas con un fuerte componente social-, pero esta vez, sin tantas
adjetivaciones, sino con un dibujo más nítido de las imágenes, y obviamente,
enmarcado en los tiempo actuales de este siglo XXI de grandes metrópolis, -que
ha presenciado nuevos horrores televisados e imaginando los que nos esperan (
“fui esclavo, profeta y ciervo/puesto en órbita/ y por pocas monedas exhibido a
través de telescopios”- ¿remembranza acaso de los decimonónicos zoológico
humanos que conocieron los fueguinos (hoy extintos), extrapolado a los
venideros?).
Así,
Burgos, al igual que ese tremendo desapariciense De Rokha, se nos presenta
remando contra la corriente, sin transar frente a algún canon ni ante cualquier
conveniente y servil orden farisea, ya sea de hacer aparecer los cuerpos o
cualquier otro imperativo de moda generacional o miope, que por antonomasia
será siempre inaceptable frente a la libertad creativa, ya sea en cuanto
a forma o fondo.
Otro
aspecto que quiero destacar, ahora más bien en diálogo coherente con la
visualidad de esta edición, es el gesto
del grafitti presente en el texto del poema, y que quise recoger y realzar
en su portada.
Ya
en su primer libro Burgos hace referencia a esa marca tan común en los barrios
ponientes en los que crecimos y en los que tal vez nos topamos sin conocernos,
con casi la década de distancia que nos separa (a su favor, y el de mi tumba):
“Ahora/ que no le cicatrizan las paredes
llenas de orines a la cuadra/ y hay una marca de frente arrastrada/ de punta a
cabo vistiéndola/como graffiti nacido del hambre/ del/
hambre/que/come/las/letras/de/la/patria”,
Esa
huella-símbolo ahora en Des/e(r)0s se reitera con “la palabra última bosquejada
en las veredas” y el “código de todo cuanto habitara el asfalto rasgado/ el día
que con secreciones coloreamos graffitis en las esquinas de la pobla.”
Tal
como en la edición mexicana de su libro Textos
introductorios para un proyecto de poema absoluto, Fabián proporcionó a Montea una fotografía de un
graffiti de su barrio; ahora el autor nos entregó una fotografía de un
graffitis efectuado por él mismo. Esta edición artesanal de Ediciones Punto G. trabajó
la portada sobre un silencioso y solitario gesto performático de Burgos, que
consistió en rayar el título de este poema en un muro de su comuna, Quinta
Normal. Gesto perecedero como la carne, pero que envuelve una palabra, y que
pretende evadir también la muerte y la disolución inevitable del spray en el
Tiempo, y que ahora se conserva en este único registro reproducido de manera
muy limitada, en tan sólo cincuenta ejemplares, que en el decir coloquial viene a ser 0, “la nada misma”.
Finalmente,
no se puede obviar que la calidad literaria de este texto poético ha sido
reconocida, al signarlo como uno de los finalistas en el concurso literario
Gonzalo Rojas, año 2016. Así que no me queda más que reiterar mis felicitaciones
a Burgos, y a Uds. desearles una exquisita muerte en este orgasmo primigenio
que seguramente cumplirá con la promesa de volarles los sesos.
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