Conversatorio sobre
JLM, Café Literario de Providencia, 25 de noviembre de 2015.
El miércoles pasado, Fanny Campos y
Nicolás Mura expusieron sobre la obra de Juan Luis Martínez en el Café
Literario. La poeta, además, concluyó su participación exhibiendo un poema
objeto que confeccionó ese mismo día (día internacional en contra de toda violencia
hacia las mujeres), que denominó,
citando a JLM, “Las durmientes del valle”, en el que figuraban encerrados en sendos
cuadrados a los dictadores de República Donicana y de Chile (Trujillo y
Pinochet), y debajo de cada uno de esos cuadros, en círculos, por un lado, las
caras de las hermanas Maribal, y por otro, las de las mujeres embarazadas torturadas en la
dictadura militar chilena. Y luego, en la siguiente hoja podíamos dejarnos
espantar con los recortes del El Mercurio de ese día 25 de noviembre de 2015,
con saludos In memoria a Pinochet, en el que se le agradecía cariñosamente todo
lo que hizo por la patria.
En esa oportunidad también pudo verse un
adelanto del documental sobre La Nueva Novela, realizado por Lucas Verdejo, el
que será estrenado en el Festival Juan
Luis Martínez de Pichilemu, a realizarse el 26 y 27 de febrero de 2016, en
dicho balneario.
Ediciones Punto G participó exhibiendo
la plaquette objeto La Nova Nueva Novela (varios autores, 2015), cuya
confección puedo ser encargada por el público, que acogió muy bien el evento, y
la mencionada edición artesanal.
Acá publicamos el texto leído en
esa ocasión por Fanny Campos Espinoza, directora
de nuestra editorial.
DOS
BREVES (e inacabadas) NOTAS SOBRE LA OBRA (infinta) DE JUAN LUIS MARÍNEZ - Fanny
Campos Espinoza
1.
El autor presente en su desaparición (en vida) y en su retorno (en muerte), cruzando
la línea imaginaria que divide a los contrarios.
Como se ha venido señalando desde “Señales
de Ruta de Juan Luis Martínez” de Enrique Linh y Pedro Lastra, Martínez es el “autor que se hace presente en
su desaparición”, este autor que se tarja, este que se escribe entre paréntesis,
y que siempre se transmuta y multiplica en cientos de referencias, en citas e
intertextualidades o trastextualidades no sólo literarias, artísticas y filosóficas, sino también políticas,
históricas, científicas, matemáticas, gráficas, objetuales, en una identidad
que busca desprenderse de la individualidad, cuya existencia misma cuestiona (antes
de morir expresó en una entrevista que le complacía irradiar una identidad velada
como poeta; “esa noción de existir y no existir, de ser más literario que
real").
Comenzar un jugo
macabro de la desaparición, mientras en Chile comenzaban a desaparecer también
los detenidos en Dictadura.
En La Nueva
Novela, su primer libro autoeditado en 1977, el autor no se deja atrapar jamás.
Es así como en cuadro E de la página 61 anuncia su aparición en el último recuadro
de la página 99, en donde asevera que nos estará esperando a los lectores, y
aunque saltemos inmediatamente a tal hoja, él ya se ha escurrido… y es que
siempre ya viene de vuelta, adelantado a su época, incomprendido en su tiempo,
y anticipando el retorno incluso a veinte años de su muerte.
Este autor entre
paréntesis aparece y desaparece, y nunca podremos más que vislumbrarlo,
descubrir sus sentidos y el cuestionamiento de nuestras percepciones, el
desorden de nuestros sentidos, como si adentrarse en sus obras fuera caer cual
Alicia en un mundo de las maravillas (y las pesadillas), lograr comprender
intuitivamente cómo su oído –y los nuestros- son receptáculos de silencio, y
que su palabra, como toda poesía pajarística, es realmente silencio.
Casi al final de
La Nueva Novela (que evidentemente no es novela), dibuja con palabras su caricatura
-abajo de la de pareja de Marx y Rimbaud, señalando, -con ese humor trágico,
desgarrador, que caracteriza toda su obra-, que es como todo poeta un súper
héroe, “SUPERMAN se
hizo extraordinariamente popular gracias a su doble y quizás triple identidad:
descendiente de un planeta desaparecido a raíz de una catástrofe, y dotado de
poderes prodigiosos, habita en la Tierra: primero bajo la apariencia de un
periodista, luego de un fotógrafo y por último, tras las múltiples máscaras de
un inquietante y joven poeta chileno, que renuncia incluso a la propiedad de su
nombre, para mostrarse como un ser a la vez tímido y agresivo, borroso y
anónimo. (Esto último es un humillante disfraz para un héroe cuyos
poderes son literal y literariamente ilimitados)”.
El (o la) poeta como héroe (o heroína)
de la desaparición, paradójicamente infinito. Un “humor metafísico y grotesco”, “que afecta la
tristeza radical de nuestra condición”.
Hasta acá algo que se ha venido
rescatando a lo largo de cuatro décadas. Pero lo que realmente completa la
idea, es que en la habitual redención de
la contradicción o paradoja, propia de toda su obra, este autor progró la
publicación póstuma de su tercer libro (El Poeta Anónimo), para retornar desde
su tumba, veinte años después,
franqueando violentamente la misma
línea imaginaria que está prohibido cruzar, y que ya había atravesado su padre
en su segundo libro objeto, “La poesía Chilena”, para entregarle los papeles
que lo conforman (las actas de defunción de los más grandes poetas chilenos)[1].
No
en vano, respecto a su último libro, confesó al propio Guattari un año antes
del fallecimiento de este filósofo, que pretendía “hacer un trabajo, una obra, en la que no me pertenezca casi ninguna
línea, articulando en un trabajo largo muchos fragmentos. Son pedacitos incluso
que se conectan. Es un trabajo de Penélope”. Y todos sabemos que en la Odisea, ella tejía (y
destejía) nada menos que un sudario, que es un lienzo para cubrir el rostro de los muertos en señal de respeto.
En
ese sentido, celebro la intuición de Cussen al señalar que “El poeta anónimo está
mucho más cerca del tono fúnebre de La poesía chilena” y que “lo más evidente
es que todo el libro es también el intento de Juan Luis Martínez por escribir
su propia tumba, su propio recuerdo más allá de la muerte, su eterno presente.” [2].
Así, Martínez, esta
vez muerto, y sin tarjar su nombre, regresa fantasmal cruzando la línea imaginaria de la que hablaba en La Poesía Chilena, y retorna
eternamente a entregarnos esos papeles que son su tercer y último libro objeto
(El Poeta Anónimo), su propio doble sudario, –ya que viene a revestir su rostro
con estas hojas laboriosamente entretejidas, retornándolo desde la muerte a la
escena literaria actual, y a su vez, catapultando la individualidad del autor,
en un extraordinario trabajo poético en el que casi no escribe ni una mísera
línea.
Con ello, demuestra
varias cosas. La más profunda es lo real de lo ireal de la línea que divide la
vida, de la muerte. Todo es realidad y nada lo es, tal como señalan las solapas
de su primer libro. Lo otro, no menos fundamental e igual de paradógico, es que
es posible aunar la autoría con la carencia de la misma. En ese sentido, uno de
los mejores poemas objetos que componen El
poeta anónimo, es aquella página en la que figura una ficha bibliográfica de
la Biblioteca del Instituto Chileno-Français de Valparaíso, correspondiente al libro Le Silence et sa brisure (“El
silencio y su ruptura”), escrito por otro Juan Luis Martinez, de nacionalidad
sueco-española, que en la ignorancia propia de nuestro país, se creyó
primeramente como un trabajo heteronímo (al estilo de Pessoa) escrito por el
propio Juan Luis (Poemas del Otro). Pero el verdadero poema de Martínez es ese,
esa fotografía como testigo de esa “última broma póstuma”, como la denominó un
estudioso norteamericano[3],
y que de broma tiene sólo lo lúdico y lúcido, ya que es el trabajo más serio
que se haya conocido sobre el cuestionamiento de la autoría.
En
la conversación con Guattari, JLM señala “…Yo me
refiero más que nada al fenómeno de la lectura, porque una obra con autor, o
con nombre -una obra Félix Guattari, por ejemplo- se lee de distinta manera que
una obra que no tiene nombre. Si usted no viniera con el prestigio que lo
precede, la conversación sería otra, aunque usted sería casi el mismo.“,
y justamente eso fue lo que le pasó la cuenta a la academia y crítica literaria
chilena, frente a esos poemas del otro Martínez. Ese es el poema, que se salió
del formato libro, y cuyo esplendido registro está en la mencionada página de El
Poeta Anónimo.
2. Lo político en la obra de Juan Luis
Martínez
Aunque
velada y sutil (no podía ser de otra manera, durante ese largo y oscuro periodo),
es notoria la asociación que La Nueva Novela hace de la figura de Hitler (a la
que alude directamente) con la de
Pinochet, el dictador chileno a la época en la que fue publicado el texto.
Es
clave La Nota 1 TITULADA: “LA DESAPARICIÓN DE UNA FAMILIA. Véase EPÍGRAFE PARA
UN LIBRO CONDENADO” en la que se suceden citas alusivas a la casa, la familia,
la muerte, al lado de la misma imagen de la vivienda cayendo devastada que figura
en la portada, lo que denota lo nefasto de este tema político.
Esa
página concluye con una nota: “véase: Adolf Hitler v/s Tania Savich El desorden
de los sentidos), lo que nos remite a las estremecedoras páginas 113 vs 114.
Esos
dos textos: “Hitler y la metáfora del cuadrado” (pág. 113) y “Tania Savich y la
fenomenología de lo redondo” (pág. 114) -pertenecientes a la sección “El
desorden de los sentidos”-, han sido estudiados como una unidad [4], entre las figuras de
Adolf Hitler y Tania Savich y los símbolos contrastantes que los enmarcan (el
cuadrado y el círculo), como dos personajes de un único drama o conflicto;
concluyéndose que representan –cito a Marcel Illanes-, “una relación de
violencia y terror, propio del orden imperante en Chile a finales de los 70”; y
que “la recurrencia de la figura del círculo en la sección “El desorden de los
sentidos” de “La Nueva Novela” estaría representando la necesidad de algún tipo
de protección o defensa por parte de los personajes inscritos dentro del caos
que toma cuerpo en el texto (Tania, Alicia, Sogol), contra las fuerza del mal,
simbolizadas por Hitler y Napoleón”, y agrego Pinochet, y cualquier otra figura
dictatorial, incluso la Patria misma.
Es evidente, por la nota 1 citada, que dentro
de esta misma unidad temática (política), no puede dejarse de lado el
mencionado “Epígrafe para un libro condenado”, en donde flamea a media asta[5] una bandera chilena –las
mismas que se incluyen en La Poesía Chilena, y que inspiraron a la entonces
joven Elvira Hernández a reescribir su propia Bandera de Chile[6]-. Dicho símbolo patrio
flamea a media asta -“como señal de duelo”, se ha dicho-, sobre una cita de
Picabia que habla de la paradója que es morir por la patria, la segunda madre,
en circunstancias que la propia madre no tiene derecho sobre la vida de sus
hijos.
No
es casual (nada en la Obra de Juan Luis, lo es) que esta hoja política preceda
al magistral poema La Desaparición de una
familia, en donde se extrema la situación política de los detenidos
desaparecidos, al tratar la desaparición de la familia incluso dentro del
círculo protector que es la propia casa (otra vez hablamos de círculo
protector, como el de Tania).
“La
Estructura del pensamiento político no es más que una multitud de ratas”. (p.
139)
Tal
como lo ha mencionado Felipe Cussen, la
lectura política anterior, se reafirma y se vuelve aún más patente con la
publicación de “El poeta anónimo”, también escrito en dictadura, desde 1985 y hasta 1993 (en dicta-blanda, y eso el lúcido
JLM, que no se dejó embaucar por los colores del arcoíris, siempre lo tuvo
claro[7]), que conmueve,
siniestramente, con las imágenes de animales o corderos invertidos, bajo el
título “Los durmientes del valle. (Lonquén, Chile)”, imagen que interactúa
con recortes de prensa sobre fosas que
han sido encontradas con osamentas de detenidos desaparecidos en Yumbel; en un
escalofriante contraste con recortes de avisos de perros extraviados en el
barrio alto, junto a agradecimientos al espíritu santo por favor concebido.
El titulo es una cita al poema El
Durmiente del Valle de J. A. Rimbaud que trata de la muerte de un joven
soldado, inspirado en el horror de la guerra franco-prusiana que le tocó al iluminado poeta francés
presenciar en 1870. Otra vez, recordamos la cita de Picabia en La Nueva Novela.
Todo escritor, consciente o inconscientemente,
retrata su época tamizada por el cúmulo de experiencias reales y literarias que
conforman su acervo o imaginario. Y Juan Luis no está ajeno a este hecho, sino
extremadamente consciente del mismo, reaccionando frente al horror de su época,
a través de la poesía, de su poesía innegablemente subversiva, rupturista,
LIBERTARIA.
[1] “(La
última posibilidad de franquear ese límite se concretaría
mediante la violencia):/Ya en ese límite, mi padre muerto me entrega estos papeles” JLM
[2] Cussen, Felipe. Primeros Apuntes sobre El
Poeta Anónimo. 2013.
ttp://www.paniko.cl/2013/03/primeros-apuntes-sobre-el-poeta-anonimo/
[3] WEINTRAUD, SCOTT. La última broma de Juan Luis Martínez.
Editorial Cuarto Propio, 2014.
[4]
Véase Illanes, Marcelo. "La nueva novela de Juan Luis Martínez: en
espectáculo artaudiano”
[5]
Así lo recalca Zenaida Suárez M. que en su artículo “Objetualismo en
Juan Luis Martínez: el significante palpable”, señala :“Su colocación en
las páginas de La Nueva Novela ya apunta hacia un estado de cosas; la
bandera no está situada en cualquier parte de la página, está colocada,
metafóricamente, a media asta; lugar en que la bandera significa duelo, y
donde, por lo tanto, quedan menguadas las significaciones paradigmáticas de
"victoria y de autoafirmación" que se le atribuirían en estado puro”.
(Zenaila en Estudios
filolólicos. N°.51, Valdivia, jun. 2013)
[6]
Así lo señaló en Ciudad interior y ciudad exterior: Conversación con Elvira
Hernández. Colectivo Agua Maldita. Revista Agua Maldita N° 3, año 2015. P.20
[7]
Ilustrativa es esta parte de la conversación que en 1991 sostuvo con Guattari:
JLM : ¿La visita a Chile le ha dado una perspectiva
nueva sobre el país, sobre la democracia? ¿Ve algún cambio? ¿Esperaba ver algún
cambio?
FG : Es muy pronto para contestar eso.
JLM : Personalmente, creo que no hay muchos cambios.
FG : Durante años se dijo que esto no cambiaría, pero
la realidad lo ha desmentido. Y el cambio va a ser cada vez más acelerado...
JLM : Usted tiene todavía muchas esperanzas.